El miedo es uno de los sentimientos paradójicamente más
"temidos" por el ser humano. Tener miedo debilita, confunde,
angustia. A las cosas que nos dan miedo, solemos "esconderlas" en una
habitación de nuestra casa imaginaria, cerramos la puerta y dejamos todo eso
allí, aliviados de tener esos sentimientos lejos, guardados en un lugar
delimitado y que podemos identificar.
En verdad, ¿qué es el miedo sino un mecanismo de defensa?. El propósito
del miedo es resguardar al hombre de los peligros que se le presentan. Como un
interruptor, se enciende cuando detecta algo fuera de lo normal, activando
nuestros sentidos y nuestro cerebro -las reacciones de miedo están mediadas
fundamentalmente por tres estructuras cerebrales, el núcleo central del miedo
en la amígdala, el hipotálamo y la sustancia gris periacueductal-.
Frente a un peligro real, el miedo es lógico, racional, por ejemplo, si
vemos cerca a un animal depredador. Frente a un peligro imaginario, el miedo es
irracional, psicológico, puede ser una "herida" interna del pasado,
que ponemos en un objeto externo. Por estos miedos, nos sentimos amenazados en
un grado muy superior a la causa. Si una persona ve un zapato negro y entra en
estado de pánico, puede ser porque lo sorprendieron por atrás para robarle y lo
único que vio del agresor, fue su zapato negro.
En cualquier caso, ¿qué pasaría si usáramos la energía del miedo como un
facilitador en lugar de como un limitante? Esto es lo que busca la técnica
Ampliando la mirada, encontrar dentro de nosotros mismos los recursos
superadores, detrás de los aspectos que consideramos negativos.
Me pasó con una paciente, Alejandra,
que en su primer contacto con las imágenes, eligió una en la que proyectó sus
miedos de forma muy clara. Cuando le propuse a Alejandra que le preguntara a la
imagen qué sentía, ella respondió -siempre refiriéndose a la imagen elegida-: "Siente
miedo de que no la quieran, a veces siente que no la quieren"; "no
puede ver, tiene los ojitos un poco cerrados, tiene un poco de miedo al mundo
que lo rodea"; "siente miedo a que las cosas le salgan mal", y
otras expresiones similares, todas en torno al miedo. Finalmente, Alejandra expresó
sobre la imagen: "Le tiene miedo al riesgo. Porque tiene que salir de ahí,
de tener las piernas juntitas y tiene que moverse. Está en una posición cómoda.
Siente que tiene que largarse un poquito. Siente que hace lo que aprendió,
siente que puede hacer más. Y hacer más de lo no aprendido o de lo no impuesto.
O tiene que desaprender y aprender".
Justamente "aprender" era
el próximo paso, "abrir" la habitación del miedo, para que Alejandra pudiera
descubrir que detrás de ese miedo, hay recursos esperando ser utilizados en su
propio desarrollo personal. La técnica va más allá cuando invita al paciente a
preguntarle a las mismas imágenes que eligió, en qué pueden ayudarlo para
sentirse bien. Alejandra preguntó, y la imagen respondió: "Olvidá, jugá,
saltá. Abrí los ojos que hay mucho por hacer, por aprender". La respuesta
fue una invitación a salir de la postura defensiva y rígida, y abrirse a la
vida a través del movimiento espontáneo, donde el miedo queda en el
"olvido". Su "habitación", cerrada y oscura, se abría así
a lo nuevo, porque dentro de ella se descubría una "luz" que la
conectaba con su poder, con su sabiduría.
Es una gran satisfacción poder
movilizar los recursos interiores, a través de una imagen. En definitiva, no es
sino la propia voz de los pacientes la que les indica la puerta para abrir esa
habitación, eso que tanto los oprime y que a partir de este diagnóstico, se
puede comenzar a trabajar en terapia.
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