A la hora de repasar mentalmente todo
lo que vivimos durante el año, cuántas preguntas nos quedan sin respuesta,
cuántas tareas pendientes y anhelos por
cumplir. Lo más probable es que no hayamos alcanzado todas las metas que nos
propusimos y las reprogramemos para el año que comienza. Y aquí está la buena
noticia, los cambios se hacen día a día. Lo más importante no es alcanzar lo
más rápido posible todos nuestros objetivos, sino que lo verdaderamente
relevante es no detener el camino de nuestros sueños, de nuestro crecimiento y
evolución. En ese camino, nos es imposible detener el tiempo cuando los
momentos que atravesamos están impregnados de gozo, o acelerarlo ante el pesar
y la desesperanza que produce el sufrimiento. Seguramente, durante el año atravesamos
momentos en los que creíamos imposible poder salir de una situación agobiante.
En verdad, el sufrimiento emerge cuando nos resistimos a nuestras experiencias
dolorosas, cuando no aceptamos las vivencias internas dificultosas y las
capitalizamos como una instancia más de nuestro desarrollo interior.
El fin de año es un buen momento para
buscar dentro de nosotros mismos la capacidad de comenzar a mirar las
adversidades desde una nueva perspectiva, que nos ayude a pensar otra manera de
vivir estas fiestas y abordar un nuevo año con una actitud positiva ante la
vida. No podemos elegir lo que nos toca
vivir, pero sí podemos elegir de qué modo relacionarnos con las situaciones
adversas que todos transitamos. En definitiva, es nuestra actitud, la que, si cambiamos
el enfoque, nos ayudará a tomar decisiones acertadas para un mayor crecimiento
personal, familiar y social en el año que comienza.
Ante un nuevo año, tenemos la
oportunidad de tomar conciencia: está en nosotros vivir mejor. Para sentirnos
bien, desarrollarnos plenamente tanto material como espiritualmente, crecer
como personas y aprovechar todas nuestras posibilidades, no hay que esperar a
que los demás nos guíen o nos incentiven, hay que aprender a invertir en
nosotros mismos. Tenemos también la oportunidad de curar heridas abiertas, de
perdonarnos por lo que no hayamos conquistado, de reconciliarnos y
reencontrarnos con otras personas, de aceptarlas en lugar de recriminarlas, con
el corazón abierto a nuevas posibilidades de comunicación. Dejemos que nuestra
mirada se encuentre con la de los otros y veremos cuántos necesitan de
nosotros: un momento para escuchar a quien se siente solo y triste, una palabra
de aliento, un gesto de apoyo económico o una sonrisa pueden cambiarle el día y
hasta su perspectiva de vida a quien la recibe y, sin pretenderlo, surge en
nosotros una íntima satisfacción que nos ayuda a estar mejor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario